sábado, 9 de junio de 2007

Whisky

El desagradable teléfono sonó varias veces. Traté de ignorarlo, hasta que la curiosidad me obligó a contestar. Tomé un sorbo largo de Whisky y encendí la radio. Luego levanté el teléfono. Era ella:

- ¿James?

- Si –la reconocí de inmediato- ¿qué mierda quieres?

- He encontrado a otro tipo. Le conocí ayer en un bar. Es un excelente polvo.

- ¿Si?

- Si. Quiere que nos casemos y que nos vayamos a vivir al Valle.

- ¿Qué mierda quieres?

- Simplemente quería restregártelo en la cara, siempre fuiste un hijoputa.

- Lo sigo siendo. No he cambiado mucho.

- Tendré una vida llena de lujos, sin preocupaciones, y con excelentes polvos.

- Supongo que sí.

- Oye, hijoputa, ¿es que acaso no te importa?

- No me importa una mierda. No me importas una mierda.

- Púdrete en el infierno, hijoputa. ¡HIJOPUTA!.

- Nos vemos allí entonces.

Colgó. Lancé el teléfono y luego tomé otro sorbo de Whisky. Encendí un cigarrillo que estaba algo arrugado y me quité la ropa. Me metí en la ducha con el cigarro. Increíblemente no se mojó. Salí de la ducha, me vestí, encendí otro cigarrillo y me preparé un Whisky con agua. Apenas acabé el Whisky apagué la radio y salí del departamento. Caminé dos cuadras hasta el bar. Me gustaba el camino al bar, siempre había chicas bonitas sonriendo y vagabundos maldiciendo al sistema. Todo un chiste. El bar quedaba en la esquina opuesta en diagonal a la mía, esperaba que no viniese ningún carro y cruzaba por el medio de el cruce. Me senté en un extremo de la barra, algo apartado de los demás, y pedí un Whisky. En el otro extremo había una chica mirándome fijamente. Era hermosa. Llevaba un vestido rojo, que combinaba perfectamente con su cabello color carmesí. Tenía unas piernas grandiosas. Parecía actriz de Hollywood, pero sin dinero, con un departamento en los suburbios y sin haber sentido sobriedad en mucho tiempo. Se acercó lentamente, mirándome y contoneándose. Se sentó a mi lado y sonrió.

- Qué tal guapo. ¿Eres James?

- Si. ¿qué mierda quieres?



*** * ***


«El cielo parecía estar a punto de soltar su ácida lluvia. Lita caminaba sola por la calle conjunta al Parque Vicemont, mirando casi perdidamente los faroles que iluminaban el Parque. Vestía una chaqueta de cuero algo antigua, unos pantalones muy ajustados y un par de botas que al colisionar con el suelo emitían un endormecedor sonido. Su cabello dorado flotaba al ritmo de sus pasos.

Tan pronto como llegó a su apartamento comenzó a llover, pensó que se había salvado de la lluvia, pero realmente siempre había querido disfrutar de la lluvia con tranquilidad, sentir sus caricias en su cuerpo desnudo y bailar con cada gota.

Una vez dentro del apartamento se quitó su chaqueta, develando una camisa roja que tenía escrita con extrañas letras la palabra “Love”. Se preparó un café, encendió un puro y se sentó cerca de la ventana a contemplar como la lluvia ahogaba la ciudad.

Sonó el teléfono. Lo levantó.

- ¿Lita?

- Si, ¿quién es?

- Soy la hermana de Zack.

- ¿Qué tal?

- Todo bien. Escucha, mi hermano ha estado muy triste. Camina sollozando por la casa murmurando tu nombre y bebe aguardiente como si fuera leche.

- ¿Cuál es el problema?

- Creo que te quiere de vuelta.

- Pues ya es tarde para eso.

- Por favor, escúchame, tienes que hacer algo. Esto no puede seguir así. Dale una oportunidad.

- Por mí que tu hermano se ahogue con sus lágrimas.

Colgó el teléfono y siguió mirando por la ventana.

Luego de un rato notó que las extrañas letras de su camisa al reflejarse en su ventana formaban la palabra “Hate”. De pronto sintió dos pares de golpes en su puerta. Dejó el café en una pequeña mesa, y el puro en un cenicero sobre la misma mesa. Se puso de pié y abrió la puerta sin vacilar, como si supiera quién era la persona que estaba allí afuera.

Era un hombre de barba y cabello oscuro. Un par de centímetros más alto que ella.

Vestía una chaqueta de cuero marrón, blue jeans ajustados arriba y sueltos abajo, y un par de viejas zapatillas blancas. Él miró a Lita fijamente a los ojos durante un momento. Ella hizo lo mismo.

El hombre miró hacia el suelo y encogió los hombros para protegerse del frío.

Lita sonrió levemente.

- Hola –dijo Lita- ¿quién eres?

- Hola, ehh... disculpa, no quiero parecer un psicópata pero...

- ¿Pero…?

- Te vi en el bar un par de noches atrás, y…

- Un momento, no digas nada. ¿Eres aquél hombre de barba y anteojos oscuros sentado en la parte de atrás?

- El mismo. Me sorprende que me hayas visto. Procuré pasar desapercibido.

- ¿Pensaste que no te reconocería detrás de esos anteojos y esa barba? Te conozco más de lo que imaginas.

- ¿Si? A veces ni siquiera yo logro reconocerme. Dime. ¿qué conoces de mí?

- Conozco unos ojos oscuros que quieren decirme algo. ¿Será eso lo que quieres que diga para reemplazar tus palabras por las mías?

- No estoy seguro de lo que quiero que digas. Cuando te vi en el bar… no sé qué pasó. Te fuiste y yo… ahh, nunca había hecho esto… yo te seguí, y apunté tu dirección para venir a conocerte una vez que me armara de valor.

- ¿Y ahora te consideras un hombre de mucho valor?

- No lo creo. Nunca me armé de valor, pero vine de todas maneras.

- Esperé algo más esa noche en el bar.

- ¿Esperaste hasta ahora?

- Aún sigo esperando.

- Pues basta de esperar.

- Deacuerdo. Pasa, ¿quieres café?

Él entró en el apartamento de Lita, y ella cerró la puerta.

- Prefiero un Whisky con agua.

- Bien, pero es mejor sin agua.

- Como quieras.

Lita caminó lentamente hacia la cocina. Se escuchaban puertas abrirse y cerrarse.

- Dime –dijo Lita desde la cocina- ¿Has escuchado a Billy Joel?

- Un par de veces.

- Billy Joel me tranquiliza. Me pone a pensar.

- ¿Sobre qué?

- Sobre todo. La vida, la muerte, el amor, el odio. Simplemente pienso.

- La música es mágica.

- Definitivamente.

Lita salió de la cocina, se acercó a la pequeña mesa cerca de la ventana y posó sobre ella dos vasos y una vieja botella de escocés.

- ¿Piensas quedarte allí parado?

- No.

- Entonces siéntate. Vengo enseguida.

Lita se acercó a un antiguo mueble de madera que tenía dos puertas y dos cajones. Abrió una puerta y dentro había una radio. La encendió y pronto comenzó a oírse la voz de Billy Joel. Volvió donde estaba sentado el hombre, se sentó a su lado, tomó un vaso y lo alzó en el aire mirando fijamente a los ojos del tipo.

- Salud –dijo Lita-

El tipo tomó su vaso y lo apegó suavemente al de ella, luego ambos bebieron un largo sorbo.

El tipo dejó el vaso en la mesa y juntó sus manos.

- ¿No quieres saber mi nombre?

- En realidad tu nombre es lo que menos me importa.

Lita dejó su vaso en la mesa, sin apartar su mirada de los ojos del tipo. Puso su mano en el pecho del tipo y luego lo besó suave y lentamente.

- Ahora lárgate. Necesito pensar.

- Adiós.

- Estaré esperándote.

El tipo abrió la puerta y desapareció luego de cerrarla.

Lita tomó el vaso de Whisky del tipo, y lo vació en el de ella. Buscó un puro, lo peló y arrancó a mordidas la parte de atrás. Luego lo encendió, y junto a su Whisky, siguió mirando por la ventana. Miraba como la ciudad se ahogaba bajo la lluvia».



*** * ***


«James bajó las escaleras y salió del edificio. Llovía a cántaros. Planificó su camino durante unos segundos y corrió como un rayo bajo la lluvia. Maldiciendo en voz baja y dando pequeños saltos de vez en cuando para esquivar las pozas de agua en la acera. La lluvia escurría por su chaqueta. Logró llegar a un callejón oscuro, y se detuvo bajo el balcón de un apartamento para protegerse de la lluvia.

Metió su mano derecha en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó un porro listo para fumar. Inhaló profundamente ese aire congelado que abrazaba a la ciudad, y del mismo bolsillo sacó un encendedor.

A James le gustaba fumar tila completamente solo, dónde sea, y ponerse a reescribir su vida imaginariamente.

Encendió el porro y comenzó a aspirar lentamente. De pronto comenzó a sonar en su cabeza una canción.

“ ...Can you picture what will be?

So limitless and free

Desperately in need

Of some stranger’s hand... “

Cada toque que le daba a su porro era más placentero que el anterior. El humo parecía nadar por su columna una vez que entraba en su cuerpo. Se sentía bien. Apagó el porro frotándolo contra la pared que estaba a su espalda, y guardó la colilla en el mismo bolsillo de donde había sacado el porro.

Encogió los hombros, y salió disparado hacia el “Nicolette”, el bar que solía frecuentar.

Una vez dentro miró a su alrededor. Había tan solo 4 tipos que conocía de vista, y dos chicas. Una rubia, desgastada y ebria. La otra de cabello oscuro, vestido de noche negro, buena figura, y pechos exuberantes. James se acercó a la barra y se sentó. A su lado estaba sentada la chica rubia; ebria.

- Vaya noche ¿no? –dijo la chica- Odio la lluvia, odio la ciudad.

- Si, vaya noche.

- ¿Cuál es tu nombre?

- James.

- El mío es Eloise.

Eloise bebió su trago hasta la mitad. Martini Bianco.

- Dime James, ¿odias algo?

- Sin duda. Odio el tiempo.

- Yo también, esta lluvia me pone de mal humor.

- No. Me refiero al tiempo –dijo James señalando con la cabeza un reloj colgado en la barra.

- ¿Qué tiene de malo el tiempo?

- Es como el dinero. Ordena nuestras vidas a su manera.

- Pues déjame decirte guapo. Sin tiempo y sin dinero no tendríamos vida alguna.

- ¿Has probado vivir sin dinero y sin tiempo?

- Para nada.

- Entonces nunca has controlado tu propia vida.

- Mi vida se basa en tiempo y dinero, bombón.

- ¿A qué te refieres?

- Media hora por quince mil. Una hora por veinticinco.

- Creo que ya entiendo.

- Si quieres te la puedo chupar en el baño por cinco mil.

- No tengo dinero ni tiempo.

- Pues entonces nos vemos, guapo.

Eloise se levantó y se alejó de la barra. James volteó la cabeza y vio como Eloise abordaba a otro tipo. James buscó en un bolsillo de su pantalón y sacó una cajetilla de cigarrillos. Encendió uno y le hizo una seña al barman.

- ¿Qué hay Jimmy?, ¿qué vas a tomar esta noche Jimmy?

- ¿Qué hay Robby? Lo de siempre.

- Al instante amigo.

Aspiró el cigarrillo y escupió con lentitud el humo. El barman volvió donde James y puso una servilleta en la mesa. Encima puso un vaso, y a su lado una botella de Whisky.

- Ahí tienes Jimmy. Disfrútalo.

- Gracias Rob.

- ¿Qué es de tu vida?

- Una mierda. Creo que me enamoré de una chica.

- ¿Otra vez?

- Otra vez. La vi sentada allí hace unas noches –señaló una mesa solitaria.

- ¿Y como terminaste enamorándote de ella?

- No tengo ni la más mínima puta idea.

- Hombre, tienes que dejar de hacerle caso a tu pija.

- No le hice caso a mi pija.

- ¿Entonces?

- Qué se yo. La seguí y apunté su dirección. Hoy la visité.

- ¿Te la tiraste?

- No. Bebimos Whisky.

- ¿Nada más?

- Bueno, luego me besó.

- ¿Te besó la pija?

- No, no. En la boca.

- ¿Y luego qué?

- Luego me dijo que me largara.

- ¿Qué hiciste?

- Pues me largué. Dijo que necesitaba pensar. También dijo que estaría esperándome.

- ¿No estarás hablando de Lita verdad?

- Ella misma.

- Vaya follón en el que te has metido Jimmy.

- ¿Por qué lo dices?

- Ya verás, amigo. Ya verás.

- ¿Crees que debo volver?

- Sin duda alguna.

- ¿Cómo la conociste?

- Soy el barman. Conozco a todos. Escucha, sólo vuelve a su apartamento y mañana por la noche me cuentas qué tal.

- Bien. Nos vemos Rob.

James bebió el último sorbo de su Whisky y apagó su cigarrillo. Salió del bar y corrió como un rayo hasta el apartamento de Lita. Subió las escaleras tan rápido como pudo y llegó hasta la puerta del apartamento de Lita. Tocó dos veces a la puerta.

James estaba totalmente excitado. Había decidido que iba a amar a esa mujer hasta la muerte.

Lita no abría la puerta. James volvió a tocar. Dos veces. Luego de un rato James giró la manilla de la puerta y ésta se abrió como por arte de magia.

Entró cuidadosamente en el apartamento. Estaba lleno de humo. El apartamento parecía estar aún más frío que la ciudad. Notó en la mesita los dos vasos de Whisky que habían bebido. Estaban vacíos. La botella también. Había un puro encendido en el cenicero, dispersando humo por todo el lugar.

James entró en la cocina buscando a Lita. No había absolutamente nadie.

Comenzó a explorar el lugar centímetro por centímetro. Junto a la cocina había un pasillo con dos puertas. Una a cada lado. Siguió por el pasillo y abrió la puerta de la izquierda. Era la habitación de Lita.

- ¿Lita? –murmuró James- Lita, ¿dónde mierda te has metido?

Su cama estaba completamente desordenada. Habían camisas tiradas en el suelo. James notó sobre la cama la chaqueta que usaba Lita. La levantó y bajo la chaqueta vio un par de pantalones, unas bragas y una camisa roja.

Lita definitivamente no estaba allí.

James salió de la habitación y abrió la puerta de la derecha, que ahora estaba frente a él. Era el baño. El espejo estaba sobre el lavabo, tenía varias pintas blancas en la parte de abajo, probablemente salpicaduras de pasta dental. El baño estaba lleno de locuras. Era como si una cartera de mujer hubiera explotado allí dentro. James corrió la cortina de la bañera.

Lita estaba completamente desnuda en la bañera. Sus ojos estaban cerrados. En su mano derecha empuñaba una jeringa con el émbolo hasta abajo.

Lita se había inyectado aire directamente en las venas.

James quedó pasmado mirando el cuerpo desnudo de Lita. Muerta.

Dentro de su cabeza comenzó a sonar una vez más una canción».

“...The End of laughter and soft lies.

The End of nights we tried to die.

This is The End...”




*** * ***



Mientras la miraba, una vieja canción atacaba mi cabeza. Esta tonta historia, con pinceladas adolescentes, había llegado a su final. Me incliné y la levanté de aquella bañera.

Una sensación de mareo golpeó mi cerebro. Mis ojos se ahogaron en ácidas lágrimas.

Le arrebaté a Lita -o a su cuerpo- la jeringa de las manos, la sostuve con fuerza –ahorqué a esa puta jeringa asesina- y la arrojé contra el muro que estaba a nuestra derecha, pareció rebotar un billón de veces, pero no me importó donde cayó.

Besé sus hermosos labios –ahora pálidos y secos- por segunda, y última vez.

Deposité lentamente su perfecto cuerpo en la bañera. Su lecho de muerte. Su tumba, su maldita tumba. En mi mente, escribí su epitafio.


“Dadme sueños para vivir

O Veneno para morir.

La muerte hace ángeles de nosotros,

Y nos da alas donde teníamos hombros

Suaves como garras de Cuervo”


Me alejé de su existencia tambaleándome. Dejé la puerta del baño abierta, para que de alguna manera su alma pudiera arrancarse de este mundo libremente. Caminé hacia la sala de estar, me senté en el sillón donde ella me había besado. Fantasías sobre lo que hubiera pasado rondaban mis pensamientos. Besos, caricias.

Me levanté, froté mis manos contra mi desfigurado rostro. Me acerqué al mueble donde estaba la radio y la encendí. Era la voz de Billy Joel. Mi regalo para Lita. Dejé la radio encendida y salí del apartamento. Me aseguré de cerrar la puerta. Luego bajé las escaleras, como un muerto viviente.

Había dejado de llover. No sabía qué hacer. El bar o mi apartamento. No podía decidirme, necesitaba un trago –o diez- pero también necesitaba estar solo.

Me decidí finalmente. La Estación de Policía.

Quedaba muy lejos del apartamento de Lita, y muy lejos del mío. De todas maneras emprendí una larga caminata, que pareció durar veinte segundos. La noción del tiempo no existía. Siempre odié el tiempo, pero tenía noción del tiempo que pasaba. Mientras caminaba; no.

Al llegar a la estación me imaginé dentro de una celda. Solo y enloqueciendo cada minuto. Crucé la puerta de entrada, e hice mi camino entre prostitutas-gordas-drogadictas, alcohólicos-vagabundos, asaltantes-cobardes, y deudores de impuestos (en orden ascendente).

En un escritorio respiraba como un jabalí un obeso Oficial con cara de pervertido. Parecía añorar volver a casa y ahogarse en comida y aguardiente; Joder a su esposa a la fuerza, sentarse a cagar, y volver a comer.

Mis pasos silenciaron a todo el mundo. Cuando estuve frente a su escritorio, el Jabalí levantó su cabeza y dejó de respirar. Cuando vio mi rostro, el suyo se desfiguró.

- ¿Pero qué clase de tragedia te ha ocurrido a ti?

- ¿Cómo sabe que me ha ocurrido una tragedia?

- ¡Tu rostro parece sacado de una película de terror!

- Mi novia acaba de morir.

- -guardó silencio por un segundo- Debes llenar esta forma chico –me alcanzó un papel con miles de estúpidas preguntas, y espacios para rellenar- aquí tienes un lápiz. Cuando hayas terminado me avisas.

Busqué en el bolsillo izquierdo de mi pantalón. Saqué un pequeño papel amarillo y lo martillé con mi mano al escritorio del jabalí uniformado. Era la dirección del apartamento de Lita.

Di media vuelta y me largué de ese chiquero. Apestaba a mierda.

Camino al bar me topé con una licorería. Decidí comprar una botella de Whisky y cigarrillos, y simplemente volver a mi apartamento.

Al llegar abrí la puerta de mi apartamento de una patada, y la cerré con otra. Mi apartamento era solo una gran habitación y dos más pequeñas (la cocina y el baño, ambos en diferentes extremos). A la derecha de mi cama había una gran ventana. La abrí y arrojé el teléfono. Se hizo añicos contra el pavimento mojado. Cerré la ventana y fui a la cocina –donde estaba el tarro de basura- a botar las colillas de mi único cenicero. Volví a mi “gran sala de estar con cama”, encendí la radio –grandes emblemas del Acid Rock- y me senté en el borde de la cama. Abrí la botella de Whisky y tomé un sorbo largo. Encendí un cigarrillo, y no me detuve hasta desplomarme, ebrio, en el suelo de mi apartamento y dormirme allí. Creo que me intoxiqué. Es la única explicación para haber despertado dos días después.

Cuando desperté se había ido la electricidad. Nunca fui bueno pagando las cuentas a esa maldita compañía. De todas maneras nunca me importó. La botella de Whisky estaba completamente vacía. Y en la cajetilla de cigarros sólo quedaban dos. Me levanté del suelo y mi cabeza casi estalla. Me lavé la cara en el baño y meé durante diez minutos. Salí del baño, me senté en el borde de la cama y encendí un cigarrillo. Cuando acabé de fumar apagué la colilla en el suelo. No me importó. La alfombra se quemó levemente. Una quemadura más entre cerca de quinientas.

Tocaron a la puerta. Parecían patadas. Cuatro veces. Luego una voz insegura.

- ¿James Madison?

- ¿Quién mierda es?

- Abra la puerta, o la tumbaremos.

Abrí la puerta. Eran dos. De traje negro y anteojos de sol. Mi vista se encontraba algo nublada. Resaca de mierda. Logré enfocar y vi sus rostros. Uno era joven, de bigotes y cabello corto. El otro, viejo, gordo, y calvo. Al verlo tuve un flash sobre un jabalí con gorra de policía. El viejo gordo metió su mano izquierda dentro de su chaqueta. Sacó una placa dorada.

- James Madison. Usted queda bajo arresto por el homicidio de Lita Fold.

El joven me aplicó una especie de llave ninja, puso mis manos atrás y me esposó. Luego murmuró.

- Maldito asesino. ¿A quién matarás ahora?

No entendía nada. Pero no estaba de humor para entenderlo. Menos para resistirme. No podía ni echarme un pedo. Miré al viejo gordo, fruncí el ceño.

- Un segundo, hijos de puta, necesito un cigarrillo.





*** * ***


El gordo vió la cajetilla de cigarros en el piso de mi apartamento. Se apresuró hacia ella y la tomó con su mano izquierda -en la derecha tenía empuñada una calibre treinta y ocho- sacó el último cigarrillo y lo embutió en mi boca. Del bolsillo derecho de su pantalón sacó una caja de cerillas, la abrió y sacó una; con la punta raspó el borde de la caja y la cerilla se encendió. La puso en el extremo de mi cigarrillo y la quitó rapidamente. Apenas me dio tiempo para aspirar, pero de todas maneras el cigarrillo se encendió. Todo eso me pareció muy infantil. Como una novela barata donde los villanos parecen niños traviesos. El poli gordo me llevó por el brazo dando tumbos hasta la calle. El joven se limitaba a reír de manera siniestra.
Una vez en la calle vi un montón de gente en la puerta de salida del edificio. Formaban una especie de tunel hacia la desdicha. Murmuraban, obviamente. Presenciaban el arresto de un supuesto asesino vecino. Un pequeño niño de no más de ocho años bramó con todas sus fuerzas.
- ¡HIJO DE PUTA! ¡QUE LO CUELGUEN!
Su madre -supongo- le dió una palmada justo en la boca y le gritó un par de estupideces.
Los hijos de puta me llevaron hasta su carro. Un Buick negro del ochenta y ocho, bien cuidado y con los vidrios polarizados. El gordo me arrancó el cigarro de los labios y me arrojó dentro del auto. Se subieron, el gordo al volante y el jóven de copiloto. El gordo buscó bajo su asiento, y sacó una baliza azul, la sacó por la ventana y la puso en el techo. El imbécil aceleró casi a fondo y blasfemó.

- Directo al Departamento de Policía de Vicemont, chico. Tu nuevo hogar.

- Si, si -vomitó el joven- tu nuevo hogar. Ji-ji-ji-ji, sólo para tipejos justamente como tú.

- Cállate idiota -gruñó el cerdo- yo soy quién habla. Tú sólo preocupate de hacerles esas llaves de karateca.
El joven frunció el ceño y luego me miró directamente a los ojos mientras se sonrojaba. Luego miro por la ventana y no volvio a abrir su bocota ni a mirar en otra dirección.
En el trayecto al Chiquero de Polis una voz familiar atacó mi cabeza. Ya no recuerdo lo que dijo, pero en ese momento pareció importante. Luego comencé a dar vueltas por mi cabeza buscando un número telefónico. Difícil tarea, apenas sabía mi propio número. Encontré uno. 4572810. Era el teléfono de Sal.
Sal era el único tipo que conocía que era adicto a la tila. Era prácticamente mi proveedor. De seguro él me sacaría de esta.
Al llegar a la comisaría me metieron en una habitación con un serio problema de escacés lumínica. En el medio había una mesa y dos sillas en extremos opuestos.
Interrogación, pensé. De pronto se abrió la puerta y entró el cerdo-poli, con otro oficial que nunca había visto.

- Pon tu culo en esa silla, chico -escupió el poli nuevo- te haré un par de preguntas.

Me senté en la silla y puse mis manos esposadas sobre la mesa, soltando un sonido metálico digno de un preso.

- ¿Quieres contarme por qué mataste a tu novia?

- No la maté. Ella se inyectó aire en las venas.

- Los resultados de la autopsia dicen que tenía el corazón del porte de un melón. Lleno de burbujas. Pero las huellas digitales en la jeringa que encontramos en el baño dicen que no fue ella quién se inyecto el aire, sino tú.

- ¿Acaso está loco?

- No me hables así, hijo de puta, dime por qué la mataste y acabaremos con esto de una vez.

- Ya te dije. Yo no la maté. Ella se suicidó. Nosé por qué lo hizo, pero cuando llegué a su apartamento la puerta estaba sin seguro y la encontré desnuda en la bañera con la jeringa en la mano. Me acerqué a ella y le quité la jeringa y la arrojé contra un muro.

- ¿Llamas a eso una cohartada? Qué poca creatividad tienes, chico. Esta es la última vez que preguntaré: ¿Por qué la mataste?

- La vi la noche anterior a su muerte en un bar. Creo que me enamoré de inmediato. Se levantó repentinamente de su mesa y salió del bar. La seguí y apunté su dirección. La noche siguiente fuí hasta su departamento y allí estaba ella. Su cabello dorado, sus ojos de mar infinito. Su perfecto cuerpo y su cálida sonrisa. Era ella, la mujer que siempre busqué. La mujer que dejé de buscar. La mujer que finalmente me encontró.
Conversamos durante unos minutos y bebimos Whisky. Yo bebí sólo un poco, pero sin duda fué el mejor Whisky que había tomado en años. El sabor era asqueroso, pero lo disfruté mucho. Al igual que cada segundo a su lado. Mirandola entera.
Ella me besó y luego me echó de su apartamento. Vicemont se estaba inundando con la lluvia esa noche. Recuerdo haber estado en el Nicolette, puede preguntarle a Robby, el barman, conversé con él y le conté lo mismo que le estoy contando a usted -a usted, cerdo hijoputa mal parido pijotero y arribista, me hubiera gustado decirle eso- él se lo asegurará.
Luego de un Whisky en el Nicolette volví al apartamento de ella, llamé a la puerta varias veces y nadie contestó. Abrí la puerta, entré, la busqué, la encontré.

- ¿Podrías decirme a qué hora la "encontraste"?

-
No. Ni siquiera tengo idea de qué hora es actualmente.

- Eso va a ser un problema chico. Tu cohartada acaba de perder toda credibilidad.

- ¿Habla en serio?

- A menos, claro, que ese tal Rony...

- Robby.

- Si, si, Robby. A menos que él nos diga que realmente estuviste en el bar, junto con la hora en que saliste de allí.

- Pues vayan a preguntarle. Realmente no me importa una mierda podrirme en una celda. Podria matarle ahora mismo y ser encarcelado. No estaría nada de mal.
Pero le diré una cosa. Yo no maté a Lita. Yo la Amo. Y no dejaré que me arroje a una celda por algo que no hice.

- Pues de todas maneras ahora irás a una celda, chico. Pero antes tienes derecho a una llamada. Si no te comunicas con alguien no hay segunda oportunidad, ¿entendido?


Apreté los dientes con fuerza mientras miraba con odio a los ojos de ese maldito poli. Luego asentí levemente y él se levantó.
El gordo se acercó a mí, y nuevamente me cogió del brazo y me llevó dando tumbos fuera de la habitación. Por un momento, mientras nos dirigíamos hacia la puerta, pensé que estaría la gente del edificio formando un túnel de desdicha nuevamente. Pensé que niños me vomitarían obscenidades encima, y que las chicas me abofetearían con fuerza. Al salir por la puerta sólo habían unos cuantos vagabundos hablando con un par de polis, dos prostitutas mascando chicle en una butaca, un viejo poli coqueteándo con una chica de unos quince años. No habían vecinos, niños, chicas, ni túnel.
El gordo me llevó hasta un teléfono y con un movimiento de dedos lanzó una moneda al aire.
Levanté mis manos, que parecían siameses, y la moneda cayó justo en medio de mis manos.
En mi mente busque nuevamente el teléfono de Sal. 4572810.
Levanté el teléfono, metí la moneda y me puse a darle a los botones.
El tono de espera sonó ocho veces. Sal siempre se demoraba en contestar.
El poli estaba atrás. Estrujé con fuerza el teléfono, como dándole energía para que todo salga bién.
Al décimo tono el Rey Sal cogió el teléfono.

- ¿Sí?
- ¡Sal!, ¡Necesito tu ayuda!
- ¿Jimmy?





*** * ***



Mi juicio iba a llevarse a cabo la semana siguiente. La celda era asquerosamente fría, triste y oscura. Siempre pensé que estaría “tras las rejas”; no había rejas, sólo una puerta blindada con un pequeño vidrio a la altura de mi cabeza, por donde se podía mirar hacia fuera. El mejor paisaje que vería durante una semana, como mínimo. El primer día fue el peor. Estaba congelado, psicótico y paranoico dentro de la celda. En mi cabeza miles de cosas daban vueltas y vueltas. Lita y su voz diciendo “Estaré esperándote”. A esas alturas estaba completamente seguro algo. Lita dijo eso con el fin de que yo volviese para encontrarle muerta. Era una mujer solitaria, sin nadie en quién confiar. Confió en mí. Creo que la liberé de su tormento en vida. Su vida debe haber sido una real mierda, y yo la había liberado. Quiso que yo volviera para no morir sola. Incluso recordé haber sentido como el cuerpo de Lita perdía peso mientras la sostenía con mis brazos en la bañera. Supongo que fue su alma alejándose de éste mundo. Diciéndome Adiós.

En mi cabeza también revoloteaba el jabalí de la estación de policía. Esnifaba Café en grandes cantidades y luego lo cagaba para esnifarlo denuevo.

También estaba Robby, el barman. Me decía repetidas veces “Vaya follón en el que te has metido Jimmy”.

Vaya follón en el que te has metido, Jimmy.

De pronto sentí sonidos de llaves contra metal. La puerta blindada se abría emitiendo un metálico chirrido.

- Madison –dijo un joven guardia- tienes visita.

- Gracias.

- Nada de gracias, sólo levanta tu culo del suelo y date prisa.

Apenas me levanté el guarda se hizo a un lado, abriéndome camino hacia el corredor. Le seguí por el corredor hasta otra puerta, parecía estar menos blindada. Luego de la puerta había un gran salón con muchas mesas y sillas. Gente conversando, llorando, riendo, y algunos simplemente mirándose.

Mientras seguía al guardia por entre las mesas creo que miré cada rostro que se encontraba allí. Ya no recuerdo ninguno.

Se detuvo.

- Tienes quince minutos. Nada más.

Al retirarse dejó ver la figura regordeta de Sal.

Sal me miró con ojos de decepción. De la misma manera en que me hubiera mirado mi Padre si estuviese sentado en donde estaba Sal.

Sonrió y me senté.

- ¿En qué clase de mierda te metiste Jimmy?

- “Hola Jimmy, tanto tiempo, ¿cómo está tu dolor de espalda?”, ¿No puedes saludar como la gente?

- No Jodas Jim. Dime de una vez.

- Me acusan de Homicidio.

- -Sal guardó silencio durante unos segundos, pasmado- ¿Homicidio? Dime, ¿Y a quién mierda has matado?

- A nadie.

- Tenemos quince minutos, y ya quedan alrededor de diez. Dímelo todo de una vez.

Ya estaba cansado de contar la historia. Odiaba escuchar esa historia escaparse de mis labios.

- Conocí a una chica increíble, bebimos Whisky, me besó, me echó de su apartamento, fui al bar a beber más Whisky, volví a su apartamento, y la encontré muerta. Se inyectó aire directo en las venas. Fui a una estación de policías y les di la dirección. A la mañana siguiente habían dos polis en la puerta de mi apartamento. Eso sucedió ayer.

- Eso significa que tú no la mataste.

- Exacto. Pero sostuve la jeringa que usó ella para suicidarse durante un momento, tiene mis huellas digitales. Hasta que no se pruebe lo contrario, soy un asesino.

- ¿En qué te puedo ayudar amigo?

- Necesito que me busques un abogado. No uno caro, ni tampoco una rata barata. Que sea de confianza y accesible. También necesito que le pagues por mí. Los del estado nunca me han dado confianza.

Una vez estaba en el baño de un hotel del centro esnifando cocaína y un tipo entró con el rostro desfigurado mirándome directo a los ojos. Me dijo que estaba haciendo todo mal. Dijo que el efecto de la cocaína solo se siente en su totalidad cuando es inyectada de manera endovenosa. Dijo que era el mismo efecto que cortar un cable de alta tensión por el medio y poner ambos extremos en tu cabeza. Mencionó las “speed balls”, chutes de cocaína mezclada con heroína. Esnifó un poco de coca conmigo y luego me dio una tarjeta. “Billy Ballarta – Abogado del Estado, Vicemont”. Hijo de puta.

Sal prometió buscarme un buen abogado. Nos levantamos y nos abrazamos.

- Muchas gracias por todo Sal. Dale saludos de mi parte a tu novia –había olvidado por completo el nombre de su novia, hasta su color de cabello.

- No te preocupes Jimbo. Puedes confiar en mí para lo que sea.

- Eres un gran amigo Sal.

- Así dicen. Hey, acerca de mi novia…

- ¿Qué hay con ella?

- Bueno, ella se volvió lesbiana y me dejó.

- Vaya pedazo de puta.

- Si, pero bueno, de todas maneras era un polvo aburridísimo.

- Cuídate Sal.

- Cuídate tú amigo. Las cosas aquí dentro son muy diferentes a como te podrías imaginar.

- Nos vemos.

Decidí seguir su consejo inmediatamente. Se alejó y el guardia me llevó de vuelta a mi querida celda. Sal me había tranquilizado. Recordé una frase que siempre gritaba a Sal cuando me vendía marijuana en tiempos de carencia.

“¡Sal!, ¡E Salvatore!”.

Sonó el timbre del almuerzo. Los guardias comenzaron a abrir las puertas rápidamente. Al llegar a la cafetería cogí una bandeja y fui hasta el mesón. Pude contar a cerca de treinta y seis tipos que se colaron en frente de mí. Decidí no cometer una estupidez. Recibí mi comida. Estofado de carne, un pedazo de pan y una manzana roja. El único alimento que se veía normal era la manzana roja. El estofado parecía mierda de humano con estreñimiento. El pan, un ladrillo del coliseo romano. Busqué una mesa y me senté.

Sentí miles de miradas penetrando en mi nuca. Olí el estofado, definitivamente no era mierda, la mierda olía mucho mejor. Luego acerqué mi mano a la manzana. Una mano ajena gigante encerró mi manzana entre sus dedos y desapareció. Otra vez, decidí no cometer una estupidez. En la cárcel o eres lo que era yo en ese momento, o eres la novia de alguien. Por ningún motivo iba a ser la novia alguien. Mi situación era el trato “deluxe”. Una mierda.

Al día siguiente un guardia me despertó.

- ¡Madison!, ¡Visita!

Me levanté y le seguí hasta el salón de visitas. Era Sal otra vez. Se veía exaltado y seguro. Me asusté un poco.

- ¡Jimmy!, ¡Tanto tiempo!

- Veinte horas y un almuerzo de mierda.

- -rió a carcajadas- Que buen chiste.

- No es un chiste amigo.

- Bien, bien. Escucha, he conseguido a un abogado de puta madre.

- ¿Es de confianza?

- Totalmente. Te simpatizará de inmediato.

- ¿Cómo se llama?

- Billy Ballarta. Es perfecto, ya verás.




*** * ***




Ballarta resultó ser una excelente ayuda. La primera vez que nos reunimos en la sala de visitas, él no tenía idea de quién era yo. No me recordaba en lo absoluto, punto a favor. Yo si lo recordaba a él, y al entablar nuestra segunda conversación –la primera fue en aquel baño de hotel, esnifando dama blanca- me di cuenta de que el tipo repudiaba al Estado, y que si dependiera de él, sólo estarían encarcelados los violadores y asesinos.

El tipo seguía consumiendo coca, y quizás qué otra cosa. Me di cuenta por el color de sus nudillos –blancos como talco- y por las uñas de sus manos –casi no tenía- seguía siendo el mismo yonqui, pero ahora le había conocido un poco mejor. Le comenté lo gratificante que sería para mi fumar tila en ese momento. Me respondió con una sonrisa y comenzó a buscar en el bolsillo interior de su saco. Me regalo un porro listo para deleitar. Le sonreí, en símbolo de agradecimiento, Billy se puso de pié y se largó.

Comencé a preguntarme cómo Sal había conocido a Billy Ballarta. Quizás esnifando coca en algún baño o fumando tila en algún callejón. Ballarta se vestía como empresario, pero cuando de drogas se hablaba, el tipo parecía un zorro viejo. Sabía todo acerca de todo.

El guardia me llevó de vuelta a mi celda, ya se acercaba el almuerzo. Sabía perfectamente que comería un pedazo de mierda, o que incluso no comería nada. Imaginé morir de hambre. En ese caso comería un pedazo de mierda sólo para sobrevivir. De hecho comería diez pedazos y me daría el tiempo de cortarlos en pequeños trozos para no mancharme el bigote.

Dentro de mi celda seguía volviéndome loco. Imaginaba todo tipo de estupideces. Hasta el momento, la imaginación era el límite. Pero mi ignorancia prevaleció. En un momento, comencé a recordar a un viejo amigo. Su nombre era Max. El tipo medía más de dos metros, era rubio y carecía de penachos capilares sub-nasales. En invierno le gustaba echarse pedos y encenderlos poniéndose una cerilla en el culo. Decía que se esfumaba el olor y que le calentaba el culo, una magnífica forma de combatir el frío.

Una vez, mientras cruzábamos la Avenida Grant, vimos un taxi acercarse, y cuando estuvo en frente de nosotros, le dimos una fuerte patada a las puertas. Max a la del copiloto y yo a la de atrás. Cuando el conductor se bajó del taxi gritando disparates, Max buscó en su chaqueta y sacó un cuchillo carnicero de veinte centímetros y lo sacudió en el aire mirando fijamente al conductor. El conductor empalideció, dio media vuelta y saltó dentro del taxi. Se alejó casi a cien kilómetros por hora. La última vez que vi a Max fue para su cumpleaños. Recuerdo que fumamos un par de cigarrillos, bebimos Whisky. Luego sonó el teléfono y fue corriendo a contestar. Estuvo una hora con el teléfono en la oreja, y cuando volvió no comentó nada al respecto. Cuando me despedí de él sentí una extraña sensación a la que no le di importancia. Desde entonces, no supe nada de él.

En la celda el frío aumentaba con cada minuto que pasaba. Deseaba escuchar el timbre del almuerzo, al menos para no morirme de frío en la celda –en la cafetería a veces el calor no se soporta, cada cuerpo dispersa calor por todo el lugar, es cosa de imaginar cuanto calor irradian los matones gordos, y si me pusiera a contarlos, no terminaría nunca- ya que de todas maneras comería una mierda.

De pronto sentí dos pares de pasos en el pasillo, y otro par más pesado que los otros dos. Luego una voz gritando.

- ¡Déjenme ir hijos de puta!, ¡Les machacaré la cabeza contra el suelo si no me sueltan!

- ¡A callar!, Y no hagas problemas si no quieres que se te pudran los huevos en éste lugar –dijo uno de los guardias.

- ¡Vas a obedecer maldito pijotero! –escuché como el otro guardia le atizaba en alguna parte del cuerpo.

- ¡Aaagh!, ¡Hijos de puta!, ¡Abuso de poder! –bramó el tipo con dolor.

Mientras se acercaban me levanté y me asomé por la ventanilla de mi celda. Esperé a que pasaran por en frente. Cuando pasaron vi a un tipo enorme forcejeando con dos guardias. El gigante le atizó con un codo a un guardia en medio de la nariz. El guardia cayó al suelo y el tipo miró hacia la ventanilla de mi celda, se dio cuenta de que yo le estaba observando. Cuando vi su cara quedé pasmado. Era un rostro que no veía hace mucho tiempo. Un rostro casi olvidado en lo más profundo de mi inútil memoria. Un rostro con una seria carencia de vello facial. Cabello rubio y mejillas enrojecidas.

Era Max.

El otro guardia soltó al tipo y comenzó a luchar contra su cinturón, sacó su macana y le dio con todas sus fuerzas en la cabeza a Max. El ceño fruncido de Max pareció fruncirse aún más, el golpe no le había causado gracia. El guardia que estaba en el suelo ahora estaba de pié y sus dos manos empuñaban con seguridad una macana. El guardia dio un salto mientras levantaba la macana en el aire. En medio del salto le atizó a Max en la nuca como si fuera una catapulta. La cara de Max ahora se veía estúpida. Sus ojos se abrieron más de lo normal y su boca se abrió y permaneció así por un momento. Cuando el guardia saltarín puso sus pies en el suelo, Max comenzó a dar tumbos por el pasillo y se desplomó lentamente provocando un pequeño sismo. Los guardias le tomaron los brazos y lo arrastraron pasillo abajo.

Max seguía siendo el mismo de siempre. El mismo.



*** * ***




Sonó el timbre para el almuerzo y los guardias comenzaron a abrir las puertas de las celdas.

Max no estaba en la cafetería, de seguro lo habían llevado a un calabozo a machacarlo un poco más.

Cogí una bandeja y fui donde la regordeta cocinera a por mi ración de mierda, ladrillo y manzana. Al sentarme en una mesa me froté los ojos con los dedos, y cuando miré nuevamente mi bandeja la mierda y el ladrillo ya no estaban. Un nuevo día, una nueva manzana.

Escuché a un par de tipos conversar.

- ¿Viste a ese gorila en el pasillo?

- Por supuesto, estoy seguro de que pudo haber pateado el culo de esos guardias con las manos atadas.

- Claro que sí. Nos conviene tenerlo como amigo, ¿no crees?

- Si. Apenas lo veamos hablaremos con él. Le daremos una cajetilla de cigarrillos.

- Está bien.

En el caso de que no saliera de ese chiquero, Max sería mi seguro de vida.

Terminé mi manzana y esperé, volviéndome loco, el timbre para volver a mi celda.

Una vez en mi celda deposité mi existencia en la cama –un colchón- para dormir. De alguna manera el colchón era mucho más cómodo que la cama de mi apartamento. Me dormí de inmediato.

En mi sueño Lita estaba viva. Paseábamos por el Parque Vicemont en un día de sol. Ella llevaba un vestido rojo, se veía hermosísima. Caminábamos tomados de las manos y sonreíamos. Su sonrisa era perfecta. Nos sentamos en el pasto y fumamos un porro. Reíamos a carcajadas. Nos besamos, y luego ella susurró en mi oído.

- Espérame…

Entonces con una mano me cubrió los ojos. Al retirarla ella había desaparecido. Grité su nombre por todo el parque. No había nadie.

Me arrodillé en el pasto y lloré. De pronto sentí una risa infantil. Era una niña de unos siete años. Era rubia, y llevaba un vestido rojo. Reía a carcajadas. En su mano derecha llevaba empuñada una jeringa.

La dejó caer. Cuando la jeringa tocó el pasto desperté.

Había una bomba dentro de mi cabeza, y pronto iba a explotar. Necesitaba salir de esa pocilga.

Bajo el colchón había guardado el porro que me había regalado Ballarta. Lo único que necesitaba era algo para encenderlo. Dada mi situación eso era imposible.

Mientras esperaba que un guardia abriera la puerta y gritara “Madison. Visita”, recordé algunas canciones que me gustaban. Mientras cantaba, una excelente banda musical me acompañaba, mis manos y pies. Mis manos eran la guitarra y el bajo, mientras mis pies eran una gigantesca batería.

Toqué desde el Surrealistic Pillow hasta el Morrison Hotel. Un concierto inolvidable, el público estaba vuelto loco.

Un estruendo hizo que la música se detuviera. Era un guardia.

- ¡Hey!, ¡Despierta chico!, ¡Hora de comer!

Levanté mi culo y seguí al guardia. El público abucheaba desde lejos.

En la cafetería cogí mi bandeja, mi mierda y me senté en una mesa. De pronto hubo un inquietante silencio. Mi mesa se estremeció y una bandeja cayó frente a la mía. Max estaba frente a mí, con el rostro partido en ocho, sonriendo.

- ¡Jimmy!

Fue el primer día que comí toda mi mierda. La mierda no estaba nada de mal.







*** * ***





Max lucía muy mal, como si tres elefantes de circo le hubieran pisoteado la cabeza y luego le hubieran meado encima. Sin embargo sonreía. Supongo que estaba contento de verme después de tanto tiempo. Yo no estaba contento, tal vez por la circunstancia de nuestro encuentro. Hubiese preferido encontrarnos en un bar, beber Whisky y ponernos al día. Estábamos frente a frente, comiendo mierda en una real pocilga.

- ¿Qué pasa Jimmy?, ¿Acaso no te alegra Verme?

- Si, si. Discúlpame. ¿Cómo has estado?

- -rió a carcajadas- ¡Pues sólo mírame!

- Supongo que fue una pregunta de cortesía.

- Te ves bien Jimmy.

- Estás equivocado amigo. Muy equivocado.

- Dime, ¿Por qué estás aquí?

- Es una larga historia, Max. Mejor dimelo tú.

- Bueno, es simple.

- ¿Qué tan simple?

- Bueno, estaba en una fiesta bailando con mi novia, ¿La recuerdas?

- En lo absoluto. De hecho no sabía que tenías novia.

- Bueno, bueno. El asunto es que estábamos bailando…

- ¿Desde cuando bailas?

- No bailo. Fue un capricho de ella, yo acepté.

- Entiendo. Sigue.

- Bueno, mientras bailábamos un hijo de puta le tocó el culo a mi novia. No me di cuenta, pero mi novia se paralizó.

- Vaya hijo de puta, ¿y luego qué?

- Bueno luego le pregunte qué era lo que sucedía, y ella dijo que no me preocupara. No me preocupé, seguimos bailando. Luego noté que el hijo de puta le miraba fijamente el culo y las tetas mientras se tocaba la pija.

- Un depravado.

- Bueno, a veces yo hago lo mismo, pero no le toco el culo a las chicas.

- Claro, claro.

- Sigo. Cuando vi al tipo me enfurecí, y esperé que me diera una razón para partirle la cara. Un par de canciones después el tipo le pellizcó el culo a mi novia con una mano, y con la otra le estrujó una teta. Le apuñalé unas nueve veces. Creo que murió enseguida, por la impresión. Luego se desangró.

- Max… ¿Hablas en serio?

- -explotó de risa- ¿Acaso estás loco?, Ji-ji-ji-ji, estaba conduciendo ebrio y un poli de tránsito me hizo detener. Me dio una multa y le di un puñetazo en la nariz. Su compañero salió del auto y me apunto con una escopeta. Estoy aquí por golpear a un poli, nada muy grave, en un par de semanas estaré conduciendo ebrio denuevo. Ni siquiera tengo novia.

Max siempre hacía bromas de ese tipo. Sin embargo es muy capaz de apuñalar a alguien nueve veces. Así era Max.

En un par de días sería mi juicio, y a la bomba en mi cabeza se le estaba acabando el tiempo.

Ese día, luego de la hora de comida, tuvimos dos horas libres. Comimos nuestra mierda y salimos al patio.

El patio era pequeño. En cada esquina había uno o dos grupos de pequeñas mafias. Por todo el perímetro había muros de siete metros con alambres de púa encima. Max y yo nos acercamos a un muro y apoyamos nuestras espaldas en él.

Luego de unos minutos dos tipos se acercaron a nosotros y saludaron a Max. Lo felicitaron por su hazaña en el pasillo, y luego le dieron dos cajetillas de cigarrillos americanos y una caja de cerillas. Max les sonrió y se despidió. Luego me dio una cajetilla a mí y fumamos un par de cigarrillos. Max había sido trasladado a una celda no muy lejos de la mía. Sonó el timbre indicando el fin del tiempo libre, y Max tomó una cerilla y la frotó contra su pantalón. La cerilla se encendió de inmediato. Luego me dio unas veinte cerillas y volvimos a nuestras celdas. Al entrar en mi celda fumé otro cigarrillo. Lo encendí con la técnica de Max. Luego de unas horas llegó un guardia.

- Madison. Tu abogado quiere verte.

Me levanté y seguí al guardia. Ballarta estaba sentado en una mesa. Parecía exaltado, en un buen sentido.

Me senté y puse mis manos encima de la mesa.

- ¿Qué tal James?

- Sigo volviéndome loco.

- Bueno eso se puede solucionar.

- ¿Cómo?

- He conseguido que adelanten tu juicio. Será mañana al mediodía.

- Vaya, si que eres buen abogado.

- Supongo que sí. O tal vez sean mis buenos contactos –dijo mientras se frotaba las fosas nasales con la falange del dedo índice.

- Entiendo.

- Toma amigo, considera esto un regalo de mi parte. Sé como es estar aquí dentro. Al menos matará el aburrimiento.

Ballarta pellizcó mi rodilla por debajo de la mesa y luego hizo un rápido movimiento de ojos indicándome que pusiera mi mano bajo la mesa también. Puse mi mano izquierda bajo la mesa, él la abrió y puso un pequeño papel en ella.

- Abre el regalo en casa, Jimmy –se refería a mi celda.

- Está bien. Gracias. Nos vemos mañana, Billy.

- Nos vemos, James.

Ballarta se largó y el guardia me llevó de vuelta a mi celda. Una vez dentro estaba impaciente por ver qué era lo que Ballarta me había regalado. Supuse desde un principio que era algo de dama blanca. Abrí mi mano y encontré un pequeño papel doblado rectangularmente. Lo abrí y me encontré con una pequeña estampa con un gracioso diseño dibujado encima. Un gracioso tipo blanco encima de una bicicleta. Atrás una montaña verde, en el costado izquierdo de la montaña había una luna y una estrella, y en el costado opuesto había un sol. Era un trippy, un syd. Lucy in the Sky with Diamonds. Ácido.

En ese momento creo que sonreí exageradamente.

Abrí mi boca, y con mucho cuidado puse la estampa en la punta de mi lengua.




Alvarock.-


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pareció una historia excelente.

Sigue así!

Anónimo dijo...

Creo q conozco a esos personajes... Sigo caminando por las calles, con lluvia en mi cara... Saltando charcos de agua... y el cielo despejado.





-.Naxhita.-

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Anónimo dijo...

NEGROMETALERO

HOMBRE LOKO CARLOS WEON WEON

weon esta excelente esta historia loko

teni ke seguir asi loko

libros de este estilo deberian hacernos leer en el colegio weon

no las mierdas ke hacen leer

ajjajajaja

ya compadre

saludos

nos venom

Anónimo dijo...

actualiza la wea po weono


=)

Anónimo dijo...

no se porque chucha me metí a tu blog, pero la dura valió la pena,
lograste hacer que leyera algo por voluntad propia,cosa que es más difícil que la cresta
espero que sigas escribiendo
me voy a meter a tu blog más seguido



Lá.mi$hel.!

Anónimo dijo...

jimmy culiao es mas pavo que la chucha, deberia haber aplicado NECROFILIA

Anónimo dijo...

cada ves que leo lo qu escribes me pasa algo muy raro, como que me transportas a los lugares de tu hidtoria y siento que estoy viendo lo que pasa.... soy parte del público...
lindo, simplemente maravilloso, lo nuestro por siempre en mi corazón, te invito a mi mundo, comparte conmigo todo tu ser...
eres maravilloso....
I LOVE YOU 1, 2, y 3... pero mas 1
i miss you so much,
I'm counting every second to kiss your amazingly warm lips.


i´m your purple haze...

Unknown dijo...

Wow!!

La cagaste!! Siempre adoré esta clase de cuentos o historias, lo que sea, esos bien enredados, que uno piensa se acaban, pero siguen... Me encantan!!

Ers seco Alvarcok!! EScribe más poh!! xD

Saludillos!!

Quien? Yo poh... La Titi!!